Los hechos son dramáticos y nos golpean el rostro con una
fuerza devastadora: enfrentamos la peor y más horrible crisis económica en la
historia republicana de Venezuela; el diagnostico es terminal: un proceso
hiperinflacionario voraz, caníbal, destructor despiadado del poco poder
adquisitivo del venezolano, una inflación mensual que ronda el promedio mínimo
del 75%, algunos especialistas hablan de finalizar el año con una inflación
acumulada por encima del 15 mil % como
cifra mínima, los más extremistas sueltan cifras de un millón por ciento de inflación,
cual sea el caso es un escenario aterrador; Junto a todo esto se suma una
contracción de la economía que se traduce en la pérdida de más del 40% del PIB entre 2014 y lo que va de 2018; una
situación de default de la deuda externa, mas reservas internacionales agotadas
y en mínimos históricos, un control de cambio con una tasa paralela por las
nubes, una industria petrolera con niveles de producción muy mermados, un
aparato productivo desmantelado y una institucionalidad fiscal y monetaria muy
golpeadas.
A todo lo anterior se hace frente, en líneas generales,
implementando un plan de estabilización para detener la hiperinflación y
generar nuevo crecimiento en nuestra economía; lógicamente este plan de estabilización
no puede orientarse a restringir y constreñir la economía, para incidir
superavitariamente sobre la cuenta corriente de la balanza de pagos y generar
las divisas para cancelar deuda externa, al contrario su orientación debe ser
la de revertir en lo más corto plazo posible, cuatro años de recesión record en
la economía venezolana y retomar la senda del crecimiento de nuestra economía;
al final del día todo pasa por la vital tarea de detener la hiperinflación.
En forma resumida se puede establecer que este programa de
estabilización implica un cambio de régimen monetario y de orientación de
política económica, se debe avanzar hacia el restablecimiento de los derechos
de propiedad generadores de confianza, reabrir todos los espacios posibles a la
libre iniciativa privada sin restricciones, anclar la tasa de cambio en
relación al dólar, supeditado lo anterior a la emisión por parte del BCV de
dinero sobre la base de al menos un 70% de la base monetaria en activos en
moneda extranjera y oro, y el 30% restante en créditos a la banca; en el caso
anterior la reconversión monetaria si sería un acierto, todo esto acompañado de
medidas reductivas del déficit fiscal, lo que estaría condicionado al
levantamiento del control de cambio de forma paulatina, para que de forma
inicial, la tasa de cambio se ubique en su nivel de mercado y PDVSA no tenga
que financiarse con impresión de dinero del BCV, el estudio de los ajustes necesarios del
precio del combustible y de algunos servicios que presentan déficits muy graves.
Aunado a lo anterior y de forma muy general hay que señalar 3
puntos importantes a considerar, el primero la negociación de los pagos de la
deuda externa existente, con toda la seriedad y la solvencia técnica necesaria,
llámese refinanciamiento o reestructuración; el inicio de acuerdos con
organismos multilaterales y la banca extranjera para el establecimiento de un
programa de financiamiento para el país y la creación de criterios de
endeudamiento con financiamiento genuino, evitando el acudir al BCV como
prestamista de última instancia.
Básicamente al corto plazo se busca con estas medidas y con
otras que señalare en el siguiente artículo, el generar que la fijación de los
precios se desvincule de la expectativa de la depreciación de la moneda, para
así detener la hiperinflación y crear un ecosistema que permita fortalecer las
reservas y aumentar las importaciones coyunturales necesarias para paliar la
situación de escasez, y entre otras cosas ir reanudando el crecimiento de la
economía.
Kablan Wruisberg Garrido
Economista.
Economista Jefe del Centro de Investigación Financiera de la
Cámara Alianza Exportadora Venezolano China.
https://macronomika.blogspot.com/